Había tales cosas como los dioses enanos.
Los enanos no eran una especie religiosa por naturaleza, pero en un mundo donde los maderos que sostenían las galerías de una mina podían partirse sin advertencia previa y las bolsas de gas podían estallar súbitamente, los enanos enseguida se habían percatado de que necesitaban tener dioses como una especie de equivalente sobrenatural al casco de seguridad.
Además, cuando te dabas en el pulgar con un martillo de cuatro kilos siempre resultaba agradable poder blasfemar.
Hay que ser un tipo de ateo muy especial y tener mucha voluntad para dar saltos con una mano metida debajo del otro sobaco mientras gritas:
«¡Oh, dichosas fluctuaciones-aleatorias-en-el-continuo-espacio-temporal!»,
o
«¡Aaargh, condenado concepto-primitivo-y-pasado-de-moda-sin-ninguna-base-lógica!
Hombres en armas - Terry pratchet